Autor : Quadrelli, Silvia
Cuando íbamos a dormirnos esa noche,
Holanda me dijo: “Vas a ver que mañana
se acaba el juego.”
En su célebre cuento (Final del Juego, 1956), Cortázar nos cuenta la historia de tres chiquilinas en
tránsito hacia la adolescencia (Holanda, Leticia y
la voz narradora del relato que permanece anónima) que todos los días, a la misma hora después
de comer, se escapan a las vías del tren del Central
Argentino a jugar. Ellas mismas han ideado un juego al que llaman “estatuas y actitudes”, en el que
eligen quién representa qué papel cada día. En el
juego de estatua, las niñas se visten de “adornos”,
que son piezas de ropa y accesorios para recrear
personajes o inventar temas para la estatua. Delante del patio de la casa donde las chicas viven y
juegan, pasan trenes todos los días y con mucha
gente. Pero las niñas no se intimidan con las posibles miradas de los pasajeros, piensan que nadie
se da cuenta de ellas y al mismo tiempo, parte de
la gracia del montaje, es justamente esa audiencia
trashumante y fugaz: “Por supuesto que las actitudes y las estatuas no eran para nosotras mismas,
porque nos hubiéramos cansado en seguida. El
juego marcaba que la elegida debía colocarse al
pie del talud, saliendo de la sombra de los sauces,
y esperar el tren de las dos y ocho que venía del
Tigre. A esa altura de Palermo los trenes pasan
bastante rápido, y no nos daba vergüenza hacer
la estatua o la actitud. Casi no veíamos a la gente
de las ventanillas, pero con el tiempo llegamos a
tener práctica y sabíamos que algunos pasajeros
esperaban vernos”.
Pero de pronto esta rutina va a cambiar. Ese
mundo de juegos y fantasía, de disfraces e inventiva ilimitada, de posturas regias e irrealidad,
terminará colisionando con la realidad, la vida
con minúscula, la vida de las pequeñas derrotas cotidianas, ese otro mundo donde las niñas
comienzan a dejar de ser niñas y se encaminan
hacia la madurez, la adolescencia y el final de la
inocencia infantil.
“Fue un martes cuando cayó el papelito, al pasar
el segundo coche. Cayó muy cerca de Holanda, que
ese día era la maledicencia, y reboto hasta mí. Era
un papelito muy doblado y sujeto a una tuerca. Con
letra de varón y bastante mala, decía: “Muy lindas
estatuas. Viajo en la tercera ventanilla del segundo
coche, Ariel B.”
Por los sucesivos mensajes en los papelitos, las
chicas pronto descubren que Ariel está sólo interesado en una de ellas: Leticia. Pero Cortázar, en un
lenguaje ambiguo y evasivo nos ha ido anticipando
que Leticia es una niña enferma, con serios problemas físicos. “Leticia no tenía que secar los platos
ni hacer las camas, podía pasarse el día leyendo o
pegando figuritas, y de noche la dejaban quedarse
hasta más tarde si lo pedía, aparte de la pieza
solamente para ella, el caldo de hueso y toda clase
de ventajas”. “Nos alegramos mucho con Holanda
porque Leticia era muy buena como estatua, pobre
criatura. La parálisis no se notaba estando quieta,
y ella era capaz de gestos de una enorme nobleza”.
Un día cae un papelito en que Ariel les dice que
las va a ir a visitar; la noche anterior a esa visita,
Leticia muta la silenciosa alegría de saberse la
preferida a la profunda melancolía de anticipar el
quiebre entre la estatua inmóvil del mundo fantástico y la derrota física que era su realidad. “Leticia
comió muy poco y dijo que estaba dolorida, que la
dejaran ir a su cuarto a leer Rocambole. Holanda le
dio el brazo aunque ella no quería mucho, y yo me
puse a tejer, que es una cosa que me viene cuando
estoy nerviosa. Dos veces pensé ir al cuarto de Leticia, no me explicaba qué hacían esas dos ahí solas,
pero Holanda volvió con aire de gran importancia y
se quedó a mi lado sin hablar hasta que mamá y tía
Ruth levantaron la mesa. “Ella no va a ir mañana.
Escribió una carta y dijo que si él pregunta mucho,
se la demos.” Entornando el bolsillo de la blusa me
hizo ver un sobre violeta.”
Después de esta carta misteriosa que el lector
nunca puede más que imaginar qué contenía, Leticia haría todavía una última aparición: “como el
juego marcaba estatua, le elegimos cosas preciosas que iban bien con las alhajas, muchas plumas de
pavorreal para sujetar el pelo, una piel que de lejos
parecía un zorro plateado, y un velo rosa que ella
se puso como un turbante. La vimos que pensaba,
ensayando la estatua pero sin moverse, y cuando
el tren apareció en la curva fue a ponerse al pie del
talud con todas las alhajas que brillaban al sol.
Levantó los brazos como si en vez de una estatua
fuera a hacer una actitud, y con las manos señaló el cielo mientras echaba la cabeza hacia atrás (que
era lo único que podía hacer, pobre) y doblaba el
cuerpo hasta darnos miedo. Nos pareció maravillosa, la estatua más regia que había hecho nunca,
y entonces vimos a Ariel que la miraba, salido de
la ventanilla la miraba solamente a ella, girando
la cabeza y mirándola sin vernos a nosotras hasta
que el tren se lo llevó de golpe”.
Con melancolía los lectores podemos ver en
esta última aparición trágica (en la que sin duda
Leticia expone su discapacidad) esa transición de
una etapa de la vida a otra, del paso de la infancia
a la madurez, Leticia no puede más que caer en
la cuenta de que Ariel se ha sentido atraído por
la estatua, por el disfraz, por el personaje pero
que sus limitaciones hacen imposible trasladar
ese sueño del mundo fantástico a la vida real. Las
niñas han dejado de ser niñas, en un camino sin
retorno y (como nuestra joven narradora anticipara) es el final del juego. “Cuando llegó el tren
vimos sin ninguna sorpresa la tercera ventanilla
vacía, y mientras nos sonreíamos entre aliviadas
y furiosas, imaginamos a Ariel viajando del otro
lado del coche, quieto en su asiento, mirando hacia
el río con sus ojos grises”.
Para esta editora y para este Comité Editorial,
este número de la Revista es el final del juego.
Después de cuatro años de mantener viva la RAMR
dejamos este espacio en el que pusimos muchos
esfuerzos, muchos sueños y, sobre todo, muchas
expectativas. Este era nuestro pequeño espacio
desde donde tratábamos de construir un mundo
mejor para lo que nos tocaba construir: el desarrollo académico de la medicina respiratoria, este era“nuestro reino con una gran curva de las vías…. en
que no había más que el balasto, los durmientes y
la doble vía; pasto ralo y estúpido entre los pedazos
de adoquín donde la mica, el cuarzo y el feldespato
brillaban como diamantes legítimos contra el sol
de las dos de la tarde”.
Cuando recibimos “la Revista” nuestro objetivo
era fundamentalmente mantener y sostener el enorme trabajo que había hecho el anterior Comité Editorial dirigido por el Dr. Carlos Luna. Por un
lado, parecía mentira que hubieran conseguido
(con tantas debilidades, tantos obstáculos y tantas
limitaciones) haber hecho una revista médica “de
verdad”. Asustaba el sólo desafío de no echar a
perder lo que se había avanzado. Pero al mismo
tiempo, sabíamos que aunque esa fuera nuestraúnica “declaración de intenciones”, teníamos la
tarea adicional de crecer, de “salir de la infancia”,
de generar las condiciones de una madurez académica que estuviera a la altura de las verdaderas
posibilidades de la Argentina.
Después de estos años, creemos que lo hemos
conseguido en parte, sabemos que a quien venga
a continuación le queda mucho por andar. Como
Leticia, tenemos que aceptar nuestras limitaciones, única manera de, en algún momento, avanzar
y construir realidad.
La Revista ha crecido durante esta gestión.
Hemos conseguido que todos los números salgan
regularmente, que tengan un mínimo de 3 artículos originales por número, que la transición hacia
el formato online fuera aceptablemente atraumática y que pese a la gran carga financiera que esto
significa, la Revista continuara siendo Open Access
y sin cargos de publicación. Los números tienen
Artículos Especiales, Imágenes en Neumonología,
Casuísticas, Editoriales y Ateneos. Recientemente,
el apoyo financiero de la actual gestión de la AAMR
nos ha permitido publicar todos los artículos originales en edición bilingüe sin cargo para los autores.
Este no es un mérito de los Editores, es un mérito
de los autores que son quienes hacen la Revista. Y
es el producto de la contribución de muchos actores
que participan de una publicación “seria”.
Una figura esencial para una publicación es la
Secretaria de Redacción. Este Comité Editorial
no puede expresar más que admiración y gratitud
hacia nuestra actual Secretaria de Redacción, la
Dra. Laura Belli, que aceptó este cargo (para el
que está definitivamente sobrecalificada) por el
compromiso ideológico con la importancia de trabajar en cosas concretas que mejoren la calidad de
la producción académica en la Argentina. La Dra.
Belli no conoce horarios ni reglamentos ni derechos, siempre ha estado disponible fulltime para
conseguir que la Revista se publique en tiempo y
forma, para cumplir con las increíblemente tediosas formalidades administrativas, para contener
las demandas de autores, revisores, anunciantes y porqué no, editores.
Como Editores tenemos que agradecer a las varias Comisiones Directivas con quienes hemos trabajado en estos años que (unas más y otras menos
y cada una con su estilo) han apoyado el desarrollo
de la Revista. El apoyo logístico del personal de
secretaría de la AAMR ha sido siempre generoso
y productivo. Los anunciantes que confiaron en la
Revista y la han apoyado financieramente han sido
una contribución esencial sin la cual esta publicación no sería posible sin una erogación adicional
por parte de suscriptores o autores.
El agradecimiento más especial es sin duda hacia
los revisores. Ese grupo (reducido) de contribuyentes anónimos son los únicos que garantizan la
calidad de una publicación y hacen posible que una
revista científica pueda ser considerada como tal.
Es justamente el escaso número de expertos que
aceptan en nuestro medio revisar publicaciones, lo
que hace que la carga que les imponemos a estos
voluntarios sea mayor a la que deseamos y que los
tiempos de aceptación de los manuscritos sea muy
superior al que quisiéramos y, de hecho, al que
consideramos aceptable. Esperamos que en algún
momento, la mayor parte de los expertos en distintos temas de la medicina respiratoria comprenda la
importancia de su participación como revisores y
esto permita que la tasa de respuesta a los pedidos
de revisión aumente para hacerla compatible con
un movimiento ágil de la publicación. Sin revisores, no hay publicación posible. Pero ni la AAMR
ni la Revista tienen la facultad de forzar a nadie a
aceptar participar en esta función.
Por supuesto el Comité Editorial tuvo también
que asumir responsabilidades específicas. Tanto la
Editora en Jefe como los restantes miembros del
Comité tienen formación de posgrado específica en
metodología de la investigación, estadística, epidemiología y/o lectura crítica de trabajos científicos
y tienen a su cargo la revisión final de todos los
manuscritos, de los comentarios de los revisores y
de las respuestas a esos comentarios. Esto supone
una carga de trabajo importante que consume la
mayor parte del trabajo editorial y que le requirió a varios de los Editores tener que adquirir formación específica en temas particulares del proceso
editorial y participar en ámbitos del mundo editorial internacional que le permitieran a la Revista
aprender, conocer y ser conocida por los Editores
de las grandes publicaciones médicas de la especialidad. La Revista se ajusta meticulosamente a las Recommendations for the Conduct, Reporting,
Editing and Publication of Scholarly Work in
Medical Journals del International Committee
of Medical Journal Editors (ICMJE) y está adherida al Committee on Publication Ethics (COPE)
siguiendo estrictamente las normas éticas de las
publicaciones internacionales. La Editora en Jefe
es miembro del Council of Science Editors y de
la World Association of Medical Editors y asiste
regularmente a las reuniones de estas asociaciones
y las capacitaciones (presenciales y virtuales) en
temas como Transparencia Editorial, Peer-Review,
Etica de Publicaciones, Plagiarismo, Independencia Editorial o cuestiones legales relacionadas a las
publicaciones científicas. Por supuesto, ninguna de
estas membresías o capacitaciones le ha significado
nunca una erogación a la Revista o la AAMR ya
que su financiamiento ha sido personal en tanto
que el trabajo de la Editora en Jefe y el resto del
Comité Editorial sigue siendo honorario.
Sin embargo, pese a su protagónica responsabilidad en la política editorial, en la revisión de
manuscritos y revisiones y en la observancia del
cumplimiento de las normas de publicación internacionales, el Comité Editorial no decide qué se
publica y qué no. No es tarea (ni debe o deberá nunca serlo) del Comité Editorial decidir qué manuscrito es apto para publicación. Esta es una
tarea de los revisores y no hay ninguna duda en
el mundo editorial de que, pese a las dificultades
y limitaciones que tiene el sistema de peer-review,
es el único sistema que garantiza la libertad editorial y evita la discrecionalidad en la elección de
las publicaciones. Por esta razón, más allá de todo
el entrenamiento formal que se le pide (en todo el
mundo) a los Editores de publicaciones científicas,
el capital más importante es su historia de publicaciones de artículos originales en revistas indexadas,única manera de comprender, conocer y anticipar
los mecanismos del proceso editorial por la simple
razón de que los han atravesado multitud de veces.
El sostenimiento de la Revista nos ha dado enormes satisfacciones y un balance definitivamente
positivo. No podemos sin embargo negar que son
nuestras propias limitaciones como editores (por
falta de tiempo, de capacidad, de recursos, de
energía política) las responsables de que el avance
no haya sido mayor que el que fue. Una revista
la hacen los autores, pero los Editores somos
responsables de motivarlos suficientemente y de
garantizar las condiciones para publicaciones ágiles y de calidad. Tampoco sería honesto negar que
no todas son satisfacciones para este o cualquier
Comité Editorial. Mantener la libertad editorial y
la transparencia de las publicaciones (condiciones
fundamentales e inalienables de una publicación
científica sin las cuales simplemente no puede ni
debe existir) exige el mal trago de resistir presiones
inapropiadas de autores, actores políticos dentro de
las asociaciones médicas y potenciales financiadores. Adaptar la lógica y las prioridades del mundo
académico a la burocracia de la gestión financiera,
entorpece el funcionamiento y es, en ocasiones,
humillante. Encontrar el punto de equilibrio entre
un progresivo aumento de la calidad de publicación
y la realidad de recursos y experiencia académica
de la región, implica decisiones no siempre tan
fáciles de tomar o tan inequívocamente correctas.
Este Comité Editorial siempre estuvo convencido (y esperemos que todos lo estén) de que una publicación científica debe estar realmente al servicio
del desarrollo de la investigación independiente.
Creemos que con perseverancia, apoyo y libertad
académica, Argentina puede crecer y ser competitiva en el mundo académico internacional. Por
un lado hemos aprendido a ser pacientes y hemos
aceptado que estos procesos duran años. Pero por
el otro, sabemos que la defensa permanente e incansable del desarrollo científico, la inversión en
ciencia y tecnología y la independencia del mundo
académico de presiones políticas o de diferentes
actores económicos de la salud son valores irrenunciables para cualquier sociedad científica y
para sus órganos de publicación.
Cualquier lector de Cortázar sabe que sus historias se mueven siempre entre lo mágico y lo real.
Pero también que deja muchos de sus finales abiertos para que los complete el lector. En este final de
juego, esta Editora en Jefe tiene la satisfacción de
un camino recorrido pero la plena conciencia de
que esta etapa se terminó y el nuevo Comité Editorial debe pasar a un nivel más avanzado a punto
de partida del reconocimiento de las debilidades
y limitaciones de la Revista y de la producción
científica en la Argentina y en la región. Es momento de dejar la inocencia de la niñez. De nada
sirve convencernos de que es suficiente porque no
lo es. Argentina y América Latina tienen que (y
pueden) producir más y mejor. Las estructuras del
Estado, fundamentalmente las Universidades, no
pueden desentenderse de sus responsabilidades en
la generación de conocimiento. Son instituciones privilegiadas respecto del resto de la Sociedad y
sostenidas por la sociedad y tienen un deber de
rendición de cuentas por la función que se les ha
asignado de generar investigación relevante, pertinente y de calidad. En un país como Argentina,
con su historia y sus recursos, es imperdonable
que subsistan Universidades como meros “enseñaderos” según el decir de Jorge Sábato. Los
gobiernos nacionales no pueden excusarse en otras
necesidades a las que coyunturalmente denominen
esenciales y desfinanciar la ciencia. El documento
de Natalio Botana y Jorge Sábato “La ciencia y
la tecnología en el desarrollo futuro de América
Latina” es de 1969, pero en casi 50 años, son pocos
los gobiernos que han hecho honor a sus contenidos. Todos los oradores repiten sus líneas como
un mantra “La superación del subdesarrollo de
América Latina resultará de la acción simultánea
de diferentes políticas y estrategias. En todo caso, y
cualesquiera sean los caminos elegidos, el acceso a
una sociedad moderna –que es uno de los objetivos
que se pretenden alcanzar por el desarrollo– supone
necesariamente una acción decisiva en el campo
de la investigación científico-tecnológica”. Pero
la mayor parte de los gobiernos desinvierte en
ciencia y sub-ejecuta presupuestos. Los hospitales
privados no pueden alegar excelencia académica y
nivel internacional si sólo se dedican a la prestación
asistencial y ni invierten ni incentivan logros en
investigación clínica independiente. Las sociedades científicas no pueden conformarse con repetir
mecánicamente lo que está escrito en los países
centrales y llamar a eso calidad académica si no
financian, controlan y supervisan investigación
académica de calidad. Los líderes de opinión no
pueden considerarse tales si no generan conocimiento genuino a través de la investigación clínica
o básica e invierten tiempo e influencias en formar
recurso humano que esté capacitado para realizar
investigación competitiva a nivel internacional.
Cada miembro de la comunidad académica que
quiere tener el derecho de ser reconocido como tal,
tiene una responsabilidad con sus contemporáneos
y con las generaciones futuras. La principal responsabilidad es de los gobiernos y de los gestores
de educación superior. Pero cada sujeto individual
tiene la posibilidad de elegir libremente si sólo se
dedicará a ser un espectador de lo que sucede en
otros centros del mundo o si hace todo lo que puede
para que aún en dosis pequeñas su hospital, su
ciudad, su país sean algo más que meros consumidores de conocimiento ajeno. Argentina tiene que
decidir si sólo sigue jugando a estatuas y actitudes,
soñando (sólo soñando) que es admirada desde
el tren o quiere hacer el esfuerzo de terminar el
juego y pasar a formar parte del mundo adulto. El
respeto que una comunidad académica tiene dentro
del concierto internacional es un trabajo colectivo.
De nada sirve que unos pocos de cada país (básicamente por sus publicaciones) sean individualmente
respetados y tratados como pares por los grandes
grupos académicos del mundo, eso no hace que
Argentina o la región sean considerados países
académicamente desarrollados. Y que eso suceda
o no, depende de cada uno de los miembros de la
comunidad académica. Depende de que haya una
masa crítica suficiente que quiera asumirse como
adulto y no le alcance con la palmadita en el hombro, los elogios al Malbec o la fantasía envejecida de
cuánto se parece Buenos Aires a París. Que quieran
dejar la estatua disfrazada de ciudadano educado
y de mundo y estén dispuestos a llegar al punto
en que puedan y deban ser tratados no como “si
fueran de la familia” sino realmente como iguales.
La primera y única evaluación que el Literature
Selection Technical Review Committee hizo recientemente de la Revista Americana de Medicina
Respiratoria no le otorgó puntaje suficiente para
ser indexada. Los requisitos de la National Library
of Medicine no están especificados explícitamente
pero se sabe que incluyen que se sigan las normas
de COPE (y se garantice la libertad editorial),
que el Editor en Jefe y varios de los miembros
del Comité Editorial tengan una historia robusta de artículos originales en revistas indexadas
en Medline, que la mayoría de los artículos que
publica la revista sean investigaciones originales
(y no revisiones o casos que no cuentan para la
evaluación) y que la calidad de los artículos (originalidad, relevancia, manejo estadístico, etc) sea
similar a la de las publicaciones ya indexadas. La
Revista cumple con todos los criterios formales y
como áreas formales a fortalecer sólo se le indicó la
necesidad de mayores precisiones y certificación de
cumplimiento de las normas de ética de publicación
(conflicto de intereses y consentimiento informado
de los sujetos), mejor diseño de su página web y
una descripción más detallada de las calificaciones académicas e historia de publicaciones de los
miembros del Comité Editorial (todos aspectos
relativamente sencillos de cumplimentar). Lo más
difícil de lograr y que el Committee observó como insuficiente es la calidad promedio de los artículos
publicados a los que consideró mayormente rudimentarios, solicitando mayor número de sujetos,
mejor descripción de los métodos y mayor precisión
y sofisticación estadística.
Este es un momento difícil para la investigación
no relacionada con la industria en la Argentina
y en América Latina. El casi nulo interés por la
investigación de los organismos del Estado, la
inexistencia de recursos privados para sostener la
investigación y el desaliento que genera el escaso
impacto de los méritos académicos en el desarrollo profesional, hacen muy difícil el avance de la
ciencia. Requerirá un enorme esfuerzo por parte
del próximo Comité Editorial fortalecer la calidad
académica de lo que se publica y demostrar su
propia capacidad editorial y su actividad continua
en publicaciones indexadas para que la Revista sea
aceptada en ámbitos internacionales.
El juego se terminó. Leticia no puede seguir
escondiéndose en un personaje o en un disfraz.
Por bella que sea desde el tren y por majestuosas
que sean sus estatuas, Leticia sufre parálisis y
está inmóvil. Tiene que admitir sus incapacidades
y saber que el mundo dejó de mirarla. Pero para
Cortázar, siempre el futuro está abierto. La Revista
partió de la nada y avanzó notablemente desde su
creación. Sus Editores se insertaron fácilmente en
el mundo internacional porque conocían su trabajo
y porque formaban parte de los Comités Editoriales
de revistas de alto impacto. Los esfuerzos hechos
hasta aquí (por autores, revisores, editores, miembros de distintas Comisiones Directivas) han dado
frutos mayores a los que era dable esperar. Pero sin
políticas proactivas (en las Asociaciones médicas
y en las carreras de posgrado) que incentiven y
capaciten en investigación, no se podrá mejorar la
calidad de los artículos. Sin revisores con número y
capacitación suficiente, los reportes de revisión no
serán satisfactorios para la evaluación internacional. Sin líderes de opinión que incorporen entre sus
actividades propias y las que piden a sus médicos en
formación, la investigación clínica independiente,
no habrá ni número ni calidad de artículos para
alcanzar standards internacionales. Sin convicción política de que alcanzar esos standards es
un objetivo que justifica continuidad e inversión,
no se le podrá dar a la Revista la independencia
editorial y la agilidad financiera que necesita una
publicación seria.
¿Tienen Argentina y la región que hacer eso?
No necesariamente. Lo que tienen que hacer es
decidir. Muchos países en el mundo ni siquiera
se plantean entre sus objetivos hacer investigación clínica o epidemiológica propia y sólo
son campo de acción de grandes organizaciones
internacionales o de la industria farmacéutica.
América Latina puede decidir hacer lo mismo,
no hay nada de malo en eso. Lo que debiera es
dejar de jugar a estatuas y actitudes y, si quiere
sentarse a la misma mesa de los llamados países centrales, generar políticas que hagan ese
objetivo realista. Al menos Argentina, tiene los
recursos para hacerlo. Pero esta decisión, como
en todo proyecto colectivo, la tomará la mayoría.
La toma cada uno a la hora de administrar recursos, de generar contenidos para los programas
de posgrado, de establecer prioridades en sus
servicios hospitalarios, de contribuir con tiempo
y esfuerzo a actividades dirigidas a ese objetivo.
La toma a la hora de votar políticas nacionales y
políticas asociativas. La toma a la hora de decidir
cómo administra premios y castigos en sus áreas a cargo y en sus elecciones asociativas.
En este final de juego, todas las posibilidades están abiertas. Si la Comisión Directiva de la AAMR
toma las decisiones adecuadas y el próximo Comité Editorial es el que necesita la RAMR, con que siga
simplemente la misma curva de crecimiento de losúltimos dos Comités, en dos o tres años cuando la
Revista pueda volver a aplicar para evaluación,
debería ser capaz de haber mejorado las debilidades que se le señalaron en esta etapa evolutiva.
Allí podremos ver si todo el esfuerzo de estas dosúltimas gestiones tenía o no futuro, si este era sólo
un juego de niños en el que apenas se podía llegar
hasta donde se llegó o si la Medicina Respiratoria
maduró, la calidad académica continuó mejorando
y la profesionalidad e independencia del nuevo
Comité Editorial la hicieron merecedora del reconocimiento por el que venimos trabajando hace
tantos años. Y entonces sabremos si volverá a pasar
el tren y si alguna vez esos mismos ojos grises se
posarán de nuevo sobre el terraplén.