Autor : Palmero Domingo
Jefe División NeumotisiologÃa Hospital Muñiz Profesor Titular NeumonologÃa USAL Profesor Adjunto NeumonologÃa UBA Vicepresidente del rGLC, OPS/OMS
Correspondencia : Domingo Palmero e-mail: djpalmero@intramed.net
La tuberculosis (TB) es una endemia ligada a los
animales de sangre caliente desde hace unos 3 millones de años. En determinados países africanos o
del sudeste asiático su incidencia puede rotularse
como catastrófica: por ejemplo, la estimación
OMS para Sudáfrica es superior a 800/100.000.
Argentina es un país de mediana a baja incidencia
(estimación OMS: 24/100 000), aunque es percepción generalizada en el ambiente médico el claro
incremento en los últimos años del número de
casos y la gravedad de las formas que observamos.
Selman Waksman, un estudioso de los actinomycetes del suelo desde 1920, y su becario del
PhD, Albert Schatz, publicaron el descubrimiento
de la estreptomicina en 19441, primera droga anti-TB y segundo antibiótico descubierto, luego de la
penicilina. Rápidamente se observó que la monoterapia generaba la selección de cepas resistentes del Mycobacterium tuberculosis debido a la existencia
de mutaciones espontáneas (resistencia cromosómica) que seguramente existían desde mucho
antes. El descubrimiento posterior de otras drogas
anti-TB permitió utilizar una poliquimioterapia
eficaz que no seleccionaba mutantes resistentes
si se prescribía y tomaba de forma adecuada (tratamiento supervisado, 1970).
La rifampicina, que se comenzó a utilizar en la
década del 70 fue un notable avance en el tratamiento de la enfermedad, pero progresivamente
se observó la aparición de cepas de M. tuberculosis resistentes a la isoniacida y rifampicina, denominadas a partir de 1990 multidrogorresistentes
(TB-MDR).
Los bacteriólogos Wallace Fox, Denis Mitchinson y Jacques Grosset descubrieron la sinergia
bactericida de la asociación de isoniacida, rifampicina y pirazinamida, base del esquema denominado “acortado de 6 meses” para el tratamiento
de la tuberculosis, que demostró en los estudios
realizados entre 1974 y 1976 ser de alta eficacia terapéutica y preventiva de recaídas2. Han pasado
unos 40 años y seguimos utilizando el mismo esquema “acortado”, sin que se haya encontrado una
asociación de fármacos o un único fármaco que sea
eficaz en menor tiempo.
La sindemia TB-SIDA que implicó el aumento
del número de casos de TB y la diseminación de cepas multirresistentes focalizó la atención mundial
en el problema de la resistencia bacteriana en TB.
Se acuñaron términos como TB-MDR, TB-XDR
(extensamente resistente) y TB pre-XDR y en el
año 2000, en el seno de la OMS se constituyó un
grupo de expertos denominado Comité Luz Verde
para el tratamiento de la TB-MDR (Green Light Committee) que se propuso como objetivo el manejo
programático de estas formas resistentes de la TB,
al mismo estilo que la TB en general. Esto que parece tan obvio, no era aceptado por los programas
de TB y la idea que predominaba era que una buena
estrategia DOTS aplicada en los casos sensibles
sería suficiente para que las formas resistentes de
TB desapareciesen. Un hito sustancial en el cambio
de paradigma fue la publicación de Marcos Espinal
y col demostrando que el tratamiento acortado de
la TB no era la estrategia adecuada para el manejo
de la TB-MDR3.
Poco a poco la idea se impuso, se consiguió interesar a la industria farmacéutica en la producción
de drogas de segunda línea ya discontinuadas (como
cicloserina, etionamida o PAS) y se estandarizó un
tratamiento de 24 meses. Asimismo, surgieron fármacos denominados “repropuestos” para su uso en
TB como fluoroquinolonas, clofazimina, linezolid,
carbapenemes, y lo más importante, el renovado
interés en la TB provocado por el temor a estas
nuevas cepas que pueden llegar a ser totalmente
drogorresistentes y diseminarse en cualquier país
(rico o pobre) generó la investigación de nuevos
fármacos. Así surgieron la bedaquilina (un derivado de una quinolina antimalárica), delamanid y pretomanid (derivados del nitroimidazol) y nuevos
enfoques terapéuticos que asocian, por ejemplo,
pretomanid, moxifloxacina y pirazinamida, actualmente en ensayos clínicos. Todo lo anterior ocurrió en un plazo de 15 años, impulsado por el desafío
deuna enfermedad potencialmente incurable: la
TB drogorresistente.
Más aún, el 11 de mayo de 2016, la OMS difunde una actualización de las Guías de tratamiento
de la TB drogorresistente, aconsejando un nuevo
esquema acortado de 9 meses para el tratamiento
de las formas multirresistentes4. ¿Cómo surge este
nuevo esquema?
En 2010, Armand van Deun y col publican los
resultados del estudio retrospectivo del denominado “régimen Bangladesh”. Un tratamiento mínimo
de 9 meses, en base a gatifloxacina, clofazimina,
etambutol y pirazinamida, con la adición en una
fase inicial de 4 meses de kanamicina, protionamida e isoniacida en alta dosis, logró una cura libre
de recaídas del 87.9% en una población estudiada
de 206 pacientes5.
La evidencia presentada se confirmó en un estudio posterior, ya realizado en forma prospectiva y
otros ensayos realizados por LA UNION (Unión Internacional contra la Tuberculosis y Enfermedades
Respiratorias) confirmaron la eficacia de este tipo
de regímenes, con una duración de 9 a 12 meses6-8.
Basándose en estas evidencias, la OMS recomienda en la actualización 2016 de las Guías de
tratamiento de la TB drogorresistente un régimen
acortado para pacientes adultos similar, con una
duración mínima de 9 meses incluyendo moxi-floxacina, clofazimina, pirazinamida y etambutol
suplementadas con una fase inicial en la que se
adicionan kanamicina, protionamida e isoniacida
en alta dosis4. Este tipo de tratamiento solamente
puede indicarse en pacientes en los que la TB-XDR
y pre-XDR esté descartada, es decir que sean sensibles a fluoroquinolonas e inyectables de segunda
línea. Se publican en las Guías los resultados del
régimen acortado en pacientes con resistencia a
fluoroquinolonas y/o pirazinamida, los que no son
inferiores a los esperados para un tratamiento estándar de 2 años, pero sí al acortado en pacientes
sensibles a esas drogas. Es probable que dentro de
los fármacos utilizados en el tratamiento acortado
de la TB-MDR exista un tipo de sinergia bactericida que incluya la clofazimina, dado que no existe
evidencia sobre ventaja alguna de adicionarla a un
tratamiento estándar de la TB-MDR.
Paralelamente al lanzamiento de este importante avance en la terapéutica, se aprueba una
nueva versión del LiPA (line probe assay: ensayo
de sondas en tiras) para drogas de segunda línea
(kanamicina y levofloxacina), luego de que fuese
mejorada su sensibilidad9. Es importante resaltar
que una buena utilización del régimen acortado
para la TB-MDR implica –en principio– conocer
de forma rápida la sensibilidad a fluoroquinolona
e inyectable de segunda línea en el paciente resistente a isoniacida y rifampicina.
La generalización de este tipo de esquema implica un importante esfuerzo de concientización de los
programas de TB sobre las ventajas de su uso, tarea
a la cual en las Américas el rGLC está plenamente
abocado. Es un régimen mucho más económico
que el estándar de 2 años, la única droga que los
programas de TB no utilizan habitualmente es la
clofazimina, y habrá que evaluar la posibilidad de
indicarlo en población pediátrica.
Lamentablemente, al momento de escribir estas líneas nuestro país no ha introducido todavía a nivel programático (salvo esfuerzos parciales) los métodos moleculares de diagnóstico que se diseminan velozmente en el resto del mundo, tampoco nuevos medicamentos anti-TB como bedaquilina o delamanid, imprescindibles para el manejo de la TB-XDR, y además no está adecuadamente expandido el uso del tratamiento supervisado. Francamente, debo concluir que Argentina todavía “atrasa” en el manejo programático de la TB y TB drogorresistente y se requiere un importante esfuerzo por parte de las autoridades sanitarias nacionales y jurisdiccionales para corregir esta situación.
Conflictos de interés: El autor declara no tener conflictos de intereses relacionados con el tema de esta publicación.
1. Schatz A, Bugie E, Waksman SA. Streptomycin, a substance exhibiting antibiotic activity against Gram positive and Gram negative bacteria. Proc Soc Exp Biol Med. 1944; 55: 66-69.
2. Fox W1, Ellard GA, Mitchison DA. Studies on the treatment of tuberculosis undertaken by the British Medical Research Council tuberculosis units, 1946-1986, with relevant subsequent publications. Int J Tuberc Lung Dis. 1999; 10 (Suppl 2): S231-279.
3. Espinal MA1, Kim SJ, Suarez PG, et al. Standard shortcourse chemotherapy for drug-resistant tuberculosis: treatment outcomes in 6 countries. JAMA 2000; 17; 283(19): 2537-2545.
4. World Health Organization (WHO). WHO treatment guidelines for drug-resistant tuberculosis. 2016 update. En: www.who.int/tb/areas-of-work/drug-resistant-tb/treatment/resources/
5. Van Deun A, Maug AK, Salim MA, et al. Short, highly effective, and inexpensive standardized treatment of multidrugresistant tuberculosis. Am J Respir Crit Care Med 2010; 182(5): 684-692.
6. Aung KJ, Van Deun A, Declerq E, et al. Successful ‘9-month Bangladesh regimen’ for multidrug-resistant tuberculosis among over 500 consecutive patients. Int J Tuberc Lung Dis 2014; 18 (10): 1180-1187.
7. Piubello A, Harouna SH, Souleymane MB, et al. High cure rate with standardised short-course multidrug-resistant tuberculosis treatment in Niger: no relapses. Int J Tuberc Lung Dis 2014; 18(10): 1188-1194.
8. Kuaban C, Noeske J, Rieder H, et al. High effectiveness of a 12-month regimen for MDR-TB patients in Cameroon. Int J Tuberc Lung Dis 2015; 19 (5): 517-524.
9. WHO 2016. The use of molecular line probe assays for the detection of resistance to second-line antituberculosis drugs. Policy guidance. En: www.who.int/tb/areas-of-work/laboratory/policy_statements/en/