Autor : AgustÃn Acuña Izcaray
Cátedra de NeumonologÃa y CirugÃa Torácica del Hospital Universitario de Caracas, Universidad Central de Venezuela y Servicio de NeumonologÃa Centro Médico Docente La Trinidad, Caracas, Venezuela
Correspondencia : Domicilio postal: Avenida Intercomunal La Trinidad - El Hatillo, Apdo. Postal 80474. Caracas 1080-A. Venezuela. Tel.: (58) 212/9496666. E-mail: agustin.acuna@cmdlt.edu.ve
Mundialmente, el asma sigue siendo un problema
relevante para la salud pública. Afortunadamente, hoy en día las muertes por asma son menos
frecuentes, sin embargo, el 80% está relacionada
con el nivel socioeconómico bajo o medio1. Adicionalmente, sigue existiendo un inaceptable nivel de
morbilidad e impacto económico para la salud2, 3.
Por el estudio EAGLE (Estudio del Asma Grave en
Latinoamérica y España) conocemos de importantes carencias asistenciales que se han mantenido
en el tiempo, como por ejemplo el escaso uso de
medición objetiva para la gravedad de la exacerbación y, en consecuencia, el establecimiento de un
tratamiento ajustado a ella4. Las exacerbaciones
y visitas a la emergencia son uno de los factores
que más impacto tiene en Latinoamérica2.
Aunque recientemente hemos destacado serias
limitaciones en la calidad de las guías de asma,
no hay duda de que han mejorado en la última
década5; así que todos los esfuerzos que se hagan
para difundir buenas prácticas clínicas deberían
ser implementados en los sistemas de salud.
Hoy en día, la disponibilidad de guías de práctica clínica (GPC) basadas en evidencias crea un
entorno que hace que las revisiones tradicionales
narrativas, sin estrategia de búsqueda y recomendaciones no estructuradas, puedan ser criticadas
con más contundencia. Este proceso requiere de
una infraestructura importante y cada vez va
más allá de la capacidad de las organizaciones
nacionales. Tanto la Iniciativa Global para el
Asma (GINA), NAEPP, SIGN entre otras han
evolucionado esa infraestructura y proporcionan
una base de evidencias que pueden ser adaptadas
por las sociedades de profesionales nacionales o
regionales para crear sus propias directrices5, 6.
Hoy no hay dudas de que el tratamiento apropiado
de las exacerbaciones de asma y la implementación de medicación controladora son esenciales para
reducir la morbi-mortalidad asociada al asma.
Este esfuerzo que publican en este número un
grupo de colegas argentinos tiene mucho mérito
por su validez interna y lo más importante: es un
insumo para difundir e implementar localmente
recomendaciones basadas en evidencias. Estas
directrices están diseñadas para asegurar la mejor
práctica en el cuidado de adultos con asma aguda.
Preocupa cómo en algunas emergencias vemos
como la medicina basada en la erudición o en
la elocuencia hace su trabajo, como por ejemplo
con el uso de anti-colinérgicos como monoterapia
broncodilatadora en asma aguda. Los colegas hacenénfasis en una mejor utilización de broncodilatadores inhalados (β2-adrenérgicos y bromuro de
ipratropio), oxígeno, y la administración inmediata de corticoesteroides orales o intravenosa para
promover una rápida resolución de la exacerbación
y prevenir las recaídas. Así como, a la administración de sulfato de magnesio intravenoso que ha
demostrado ser beneficiosa en asma aguda grave
refractaria al tratamiento habitual7. Todavía hay
renuencia a usar un inhalador de dosis medida con
espaciador para administrar dosis relativamente
altas β2-adrenérgicos en asma aguda. Este es un
método rentable para la administración de broncodilatadores que facilita la aplicación inmediata de
tratamiento en los entornos de atención primaria.
La administración de un β2-adrenérgicos, a través
de un inhalador de dosis medida con espaciador,
es tan eficaz como el tratamiento nebulizado y se
asocia con menos efectos secundarios, lo que hace
a esta terapia no sólo eficaz sino eficiente en la
primera línea del tratamiento8.
Los autores comentan el efecto vasoconstrictor que ha demostrado el uso de altas dosis de
corticoesteroides inhalados (CSI), especialmente la fluticasona9, 10; sin embargo hasta ahora, no hay
suficiente evidencia para que la terapia con CSI por
sí sola reemplace la terapia con corticosteroides sistémicos11. Es posible que un subgrupo de pacientes
con asma aguda pueda beneficiarse del efecto aditivo
de los corticoesteroides inhalados por las diferencias
que existen en el remodelado de las vías aéreas12 y en
la gravedad de las crisis13. Habrá que esperar por más
ensayos clínicos dirigidos a responder esta pregunta.
Por el momento, vale la pena seguir justificando el
uso de corticosteroides sistémicos, como lo hacen las
recomendaciones publicadas en este número.
La falta de adherencia al tratamiento sigue siendo un problema mayor en los pacientes con asma
y aunque muchas GPC recomiendan el uso de un
plan de acción escrito, estas no han demostrado
que mejoran la adherencia14, 15. Sin embargo, hay
que insistir en educación y recomendaciones más
personalizadas a la hora de egresar a los pacientes
hospitalizados por asma aguda. Por otra parte,
los médicos necesitan un enfoque organizado y
probado para mejorar la adherencia y reducir la
morbilidad y coste; por lo que se hace necesario
trabajar en métodos eficientes que garanticen la
mejoría en la gestión de la adherencia para las
directrices de asma16.
Mucho éxito en la difusión e implementación
de estas recomendaciones.
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