Autor : Domingo Palmero
División TisioneumonologÃa, Hospital Muñiz
Correspondencia : E-mail: djpalmero@intramed.net
La mayor parte de los neumonólogos en actividad hemos tenido a un gran Maestro, que nos formó no solamente en la especialidad, sino en aspectos éticos y humanos: el Prof. Dr. Luis Julio González Montaner.
Hombre de firmes convicciones, con una profunda solvencia profesional y humana, entregado a pleno a su actividad asistencial y docente, fue patriarca de una numerosa y destacada familia de sangre y una más numerosa aún (varios centenares) familia de discípulos en Argentina y Latinoamérica que siempre lo recordaremos con cariño y respeto. Solía citarnos una frase Sanmartiniana: “Serás lo que debas ser o no serás nada”, en su caso la cumplió a pleno, si consideramos su destino como el de un formador de profesionales y un gran médico al servicio de sus pacientes.
Formado en la Tisiología clásica, participó de la transformación de la especialidad en Tisioneumonología y por último Neumonología, aunque podemos considerar que su afecto estuvo más ligado a la tuberculosis, enfermedad a la que dedicó su vida, especialmente en el Hospital Muñiz y la Cátedra de Tisioneumonología.
Nacido en Reconquista, Santa Fe, sus orígenes fueron humildes y supo ganarse todas las posiciones que ocupó en base a un incansable trabajo y dedicación. Gran lector y escritor, publicó numerosos trabajos y libros, fue Profesor Titular de Neumonología tanto en la Universidad de Buenos Aires como en la Universidad del Salvador, de la cual fue Decano. También fue presidente de la Asociación Médica Argentina y del Rotary Club de Buenos Aires. A nivel del Hospital Muñiz, fue Jefe de División Tisioneumonología desde 1973 hasta 1996, año en que se acogió a la jubilación. No obstante, continuó trabajando varios años más tanto en su consultorio como en actividades científicas. A lo largo de su extensa vida profesional, iniciada en 1954 con la graduación como médico y en 1957 como especialista en Tisiología, ha dictado innumerables clases, conferencias y cursos, tanto en el país como en América y Europa.
Todos los colegas que formamos parte de la División Tisioneumonología del Hospital Muñiz y del Instituto Vaccarezza recordamos los concurridos ateneos de la Cátedra, con su presencia destacada, cordial, pero firme y sus vastos conocimientos y capacidad diagnóstica. También las brillantes recorridas de sala, en la víspera de las cuales el médico joven no dormía la noche anterior preparando la historia clínica de sus pacientes. En una época en la que internet no estaba instalado en nuestras vidas, revisaba todas las publicaciones importantes que llegaban a la Biblioteca de la Cátedra en forma de revistas y derivaba los artículos de las distintas áreas de la especialidad a los médicos que trabajaban o mostraban interés en ellas.
Su despacho siempre tuvo las puertas abiertas para quien quisiese entrevistarlo o consultarlo, jamás opuso barrera alguna a sus discípulos ávidos de conocimiento y formación. Sembró y sembró, sin pausa, a lo largo de toda su vida. Esa simiente fructificó en mayor o menor medida en los destinatarios de sus esfuerzos y los neumonólogos de la generación actual recordamos y agradecemos sus esfuerzos, que muchas veces orientaron nuestra vida profesional.
Quedará para siempre en nuestro recuerdo la imagen señera del “Profe”, como familiarmente lo llamábamos, y hoy, 13 de mayo, es el día en que hemos debido despedir con profunda pena y dolor a quien podríamos considerar como un caballero, un amigo y, posiblemente, el último gran representante de la escuela Tisiológica de nuestro país.
¡Gracias por todo Profe!